EL MITO QUE INSPIRÓ A DRAGON BALL PARTE 2
DRAGON BALL VS EL MITO REAL
Muchas veces consumimos historias en anime, series, películas, libros,
manga, etc., pero no siempre tenemos en cuenta la historia que las inspiró.
Acompáñame a conocerlas.
Hoy les presentamos uno de los mitos presentes en el anime Dragon
Ball. Hablemos de un encuentro de los protagonistas.
El encuentro con el tigre
En el episodio tres de Dragon Ball titulado “La nube
dorada de Roshi”, continuamos con la reconciliación de Bulma y Goku. Ella,
montada en su moto, y él, corriendo con la tortuga encima, siguen su camino
para llevar al animal al mar.
De pronto, un tigre gigante les corta el paso, amenazándolos para que le
entreguen la tortuga porque quiere comérsela. Se detienen bruscamente y Bulma,
temblando como si hiciera un frío de menos 10 grados, le pide a Goku que, por
favor, le entregue la tortuga antes de que les hagan daño. Pero él, desafiante,
le saca la lengua al tigre.
El animal le responde:
—¿Qué pretendes? ¿Acaso ser un héroe? Sería una tontería. Mejor entréguenme la
tortuga y no protesten.
Bulma le insiste a Goku que entregue a la tortuga y que no sea tonto, pero
él responde que jamás lo hará. Mientras discuten, el tigre, enfurecido, saca
una espada más grande que Goku y grita:
—¡Si eso quieres, entonces te mataré!
Bulma huye aterrada en su moto, mientras Goku le dice a la tortuga que se
baje para que pueda luchar. La tortuga se niega y el tigre sigue lanzando
golpes con su espada, pero Goku los esquiva con facilidad. La tortuga y Bulma
se esconden a lo lejos mientras Goku le grita:
—¡Métete con alguien de tu tamaño!
—¡Tú serás mi aperitivo de hoy! —responde el tigre, dispuesto a continuar el
ataque. Sin embargo, Goku sigue esquivando sus golpes, riéndose mientras lo
hace.
Bulma le insiste que huya, pero Goku sigue jugando con el tigre hasta que
logra posicionarse frente a él y, con un solo golpe en la frente, lo derriba.
—Bueno, chicos, vámonos —les dice Goku a sus amigos, y continúan su camino
al mar para llevar a la tortuga.
Ahora continuemos con la versión del mito.
El fin del tigre
En Viaje al Oeste ocurre una escena similar, justo
después del primer encuentro entre Tripitaka y Sun Wukong.
El Peregrino Sun le pidió a Tripitaka montar a caballo y reanudaron su
marcha hacia el Paraíso Occidental, con Sun cargando el equipaje en su espalda.
Poco después de dejar atrás la Montaña de las Dos Fronteras, un tigre de
aspecto feroz apareció en su camino. Tripitaka, aterrado, tiró de las riendas
del caballo y comenzó a temblar. Mientras tanto, el Peregrino, casi riendo de
alegría, dijo:
—No temáis, maestro. Este es un regalo del cielo, pues, como veréis, no
puedo seguir mi camino totalmente desnudo.
Con toda calma, dejó el equipaje en el suelo y, llevándose la mano a la
oreja, sacó su famosa vara, inicialmente del tamaño de una aguja, y la agitó
hasta convertirla en una barra de hierro gruesa. Sonriendo, dijo:
—Hace más de quinientos años que no utilizo este tesoro. Ahora me
proporcionará una vestimenta cálida y cómoda.
Se colocó frente al tigre y gritó:
—¡Maldita bestia! ¿Adónde crees que vas?
Ese grito fue suficiente para que el tigre quedara paralizado de miedo, lo
que permitió al Peregrino Sun derribarlo de un solo golpe.
Chen Hsüan-Tsang, asustado, cayó del caballo, sorprendido por la facilidad
con la que el tigre fue vencido.
—Maestro —sugirió el Peregrino, trayendo consigo los restos del tigre—,
siéntese mientras preparo una vestimenta adecuada con esta piel.
—Pero te llevará mucho tiempo —protestó Tripitaka—. No tienes las
herramientas necesarias.
—No os preocupéis —respondió Sun. Se arrancó unos cuantos pelos, sopló sobre
ellos y, con una bocanada de aire mágico, gritó:
—¡Transformaos!
Inmediatamente, los pelos se transformaron en un cuchillo curvo y muy
afilado. Así comenzó a preparar su nueva ropa. De hecho, le quedó tan grande
que decidió partirla en dos partes iguales y sujetarla con cuerdas en su
cuerpo.
—Ya está, maestro —dijo satisfecho—. Cuando lleguemos a una casa, pediré
prestado un poco de hilo para coserla mejor.
Después, guardó nuevamente su vara en su oreja, reducida al tamaño de una
aguja.
—¿Por qué se quedó quieto el tigre cuando te vio? —preguntó Tripitaka.
—Hasta un dragón se habría comportado de la misma manera —respondió
Wu-kung—. Tengo el poder de dominar, domesticar e incluso hacer que los ríos se
desborden.
Tripitaka, mucho más tranquilo tras escuchar estas palabras, fue en busca de
su caballo y ambos continuaron con su aventura.
En conclusión, hacen falta más derechos para los tigres.